Ir de tapas y pintxos, pasear por la ría, ver el atardecer desde el Muelle de Marzana, visitar el Mercado de la Ribera, contemplar el Museo Guggenheim por fuera y por supuesto, por dentro, subir por el antiguo funicular de Artxanda para ver el skyline de la ciudad desde lo más alto, perderse por el Casco Viejo…

Me fui de Bilbao enamorada de la ciudad. Es una maravilla arquitectónica, histórica, gastronómica y cultural.

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